Es casi increíble que Michelle Pfeiffer tenga 50 años, porque sigue siendo hermosa y extremadamente sexy. Apenas tiene un par de arrugas de sonreír en su tez de porcelana y un par de kilos más. La ironía es que esta actriz tuvo que luchar duro en Hollywood para ser tomada en cuenta por su talento y no sólo por su aspecto físico.
Al final lo consiguió, y al llegar al medio siglo -que cumple mañana- es considerada junto con Greta Garbo o Lauren Bacall como una de las grandes estrellas de Hollywood, aunque intenta evadirse el bullicio de la fábrica de sueños estadounidense.
En la pantalla ha sido compañera de reparto de los hombres más deseados: George Clooney, Robert Redford, Harrison Ford, Jack Nicholson, John Travolta y John Malkovich. Y ha sido nominada seis veces a los Golden Globe y tres a los Oscar, aunque nunca se ha llevado la ansiada estatuilla.
"He logrado mis objetivos", afirmó hace poco. "Tengo éxito en mi trabajo. Y tengo una maravillosa familia, amigos geniales". Pese a ello, no invitará a nadie a su fiesta de cumpleaños. "Todo eso me parece muy estresante", asegura.
Su elección como Miss Los Ángeles le abrió el camino en el mundo del entretenimiento, y en 1983 consiguió dar el gran salto junto a Al Pacino en Scarface. Después del éxito cosechado con Las brujas de Eastwick, actuó en Amistades peligrosas. El film es hasta hoy el favorito de la actriz, que recibió gracias a él su primera nominación al Oscar.
En la primera edición de la revista People acerca de los 50 más bellos del mundo, Pfeiffer ocupó los primeros puestos y fue portada. Pero esta californiana no siempre fue bella. En la escuela se burlaban de su torpeza, y porque caminaba como un pato. Le pusieron como sobrenombre "Michelle Mudturtle" (Michelle la Tortuga).
"Actúo gratis", asegura, "pero exijo un salario por todas las molestias que implica ser una persona pública".
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