Elena Anaya habla

Los mejores encuentros llegan sin avisar. Como Alba, su personaje, que sale de borrachera en Roma y descubre el amor de su vida. O como enfrentarse a la penúltima jornada del festival y, sin esperarlo, verse reflejado en la mirada interminable de Elena Anaya.

-Alba recuerda a un iceberg: apenas muestra el vértice de todo lo que lleva a cuestas.-Me parece muy bonita la comparación con la imagen de un glaciar. El personaje de Alba se construye de dos maneras. Primero en el guión. Julio (Medem) ha sabido hacerlo muy bien porque según iba escribiendo versiones, iba añadiendo cosas del pasado de Alba. Antes era una mujer que llegaba más pura, sin tanto peso y a medida que iba construyendo el personaje llegaba más calada. Pensé en un personaje que tenía muchas capas, como una cebolla, que por fuera tiene una piel muy fina, aparentemente muy resistente; pero que si empiezas a quitar capas se queda en algo muy pequeño y muy fácil de dañar.

-Porque al final la cebolla nos hace llorar...
-(Sonríe). Sí... Creo que las personas somos así, no somos de una forma o de otra, es cuestión de dar matices, de una manera sutil. Tienes un personaje protagonista, con presencia constante en la pantalla y tienes que saber cómo dotar a ese personaje de todos los aspectos que se cuentan, pero no se narran, que se muestran de una manera que no es evidente.

-Habla de la manera de contar las vidas de Alba y Natasha. En 'Habitación en Roma', la cámara no sale de la estancia. ¿Hubo algo teatral en la manera de rodarla?-Había algo de teatral, con planos larguísimos y una sola cámara, así que había que tener una memoria casi de teatro, aunque estuviéramos rodando cine.

-¿Ha notado más el desgaste físico o el emocional de ir desnudando los dolores de Alba?
-El desgaste emocional acaba con tu cuerpo, es mucho más fuerte y hace que te consumas. Creo que si el rodaje dura una semana más, acabo con un bote de suero... Fue tremendamente agotador.

-¿Es la película más intensa que ha rodado?
-Es la más difícil que he hecho, la más dura.

-Esa dureza se percibe en el cuerpo y el rostro de Alba a medida que avanza la historia.
-Así es. Decidimos rodar la historia en orden cronológico y creo que fue un acierto. Se va notando ese agotamiento que sienten cuando están una noche sin dormir. Por lo menos a mí... Me mata... (ríe) Hace unos años era mucho más fácil pasar la noche en vela, pero ahora me cuesta. Creo que en la película se nota ese desgaste y ese cansancio y de hecho yo intentaba usarlo, dejar que de alguna manera la cámara se lo llevase.

-Al final de esa noche, la película ofrece una secuencia más simbolista, en la que Alba siente un dolor casi físico al pensar en la separación de Natasha.
-Es que el dolor emocional puede ser mucho más duro que el dolor físico. Cuando te rompen el corazón es casi como si te murieras... Nunca he sufrido una fractura de un brazo o de una pierna, pero un dolor muy profundo, a un nivel tan sutil, como que te rompan el corazón, es el dolor más grande que puedes experimentar.

-¿Alba va a Roma en busca de algo o para olvidarse de algo?
-Alba va a Roma con un deseo grande profesional de vender su maravilloso medio de locomoción y no le va bien. Esa última noche sale un poco porque lo necesita. Encuentra a una mujer y decide llevársela a su habitación, como ocurre muchísimas veces.

-¿Para encontrar lo más importante es necesario no buscarlo?
-Eso ocurre en la vida. Te empeñas en encontrar algo en un sitio y cuando giras está ahí. Creo que hay que dejar que la vida te sorprenda, abrir bien los ojos para recibir todo lo que la vida lanza.

-¿Cree que Alba actúa como una especie de Pigmalión de Natasha?
-Les pasan a las dos tantas cosas que creo que no se paran a pensar. A lo mejor en el viaje de vuelta sí. En esas poquitas horas que pasan esa noche les pasan tantas cosas por la cabeza... Es un vendaval de emociones que no creo que Alba se haya sentido como iniciadora de nada. Ella juega a eso, pero lo que le pasa es más grande que eso y le devora.

-Y en ese juego, ¿al final gana o pierde?
-(Sonríe) La película tiene un final abierto... No se sabe. Es un final libre, eso es lo bonito, que cada uno lo va a hacer suyo. Con naturalidad.

-¿Muestra 'Habitación en Roma' mucho menos de lo que parece?
-Creo que sí. Además, la desnudez se vive con tanta naturalidad y normalidad que hay un momento en que dejas de sentir que estás viendo a dos actrices desnudas. Hay desnudez física y emocional, pero creo que la emocional supera a la física.

-Si 'Habitación en Roma' contara la historia de dos hombres, ¿cree que a ellos se les preguntaría tanto por su desnudez casi permanente en la pantalla?
-Hay muy pocas películas sobre dos mujeres que viven un romance y me parece muy bueno que se haya hecho esta película con dos mujeres, ¿por qué no? Es maravilloso y creo que esta película puede ampliar fronteras, la manera de entender el mundo.

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